La educación a lo largo de la vida se basa en
cuatro pilares: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos,
aprender a ser
•Aprender a conocer, combinando una cultura general
suficientemente amplia con la posibilidad de profundizar los conocimientos en
un pequeño número de materias. Lo que supone además: aprender a aprender para
poder aprovechar las posibilidades que ofrece la educación a lo largo de la
vida.
•Aprender a hacer a fin de adquirir no sólo una
calificación profesional sino, más generalmente, una competencia que capacite
al individuo para hacer frente a gran número de situaciones y a trabajar en
equipo. Pero, también, aprender a hacer en el marco de las distintas
experiencias sociales o de trabajo que se ofrecen a los jóvenes y adolescentes,
bien espontáneamente a causa del contexto social o nacional, bien formalmente
gracias al desarrollo de la enseñanza por alternancia.
•Aprender a vivir juntos desarrollando la
comprensión del otro y la percepción de las formas de interdependencia realizar
proyectos comunes y prepararse para tratar los conflictos respetando los valores
de pluralismo, comprensión mutua y paz.
•Aprender a ser para que florezca mejor la propia
personalidad y se esté en condiciones de obrar con creciente capacidad de
autonomía, de juicio y de responsabilidad personal. Con tal fin, no menospreciar
en la educación ninguna de las posibilidades de cada individuo: memoria,
razonamiento, sentido estético, capacidades físicas, aptitud para comunicar...
• Mientras los sistemas educativos formales
propenden a dar prioridad a la adquisición de conocimientos, en detrimento de
otras formas de aprendizaje, importa concebir la educación como un todo. En esa
concepción deben buscar inspiración y orientación las reformas educativas,
tanto en la elaboración de los programas como en la definición de las nuevas
políticas pedagógicas
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